12/11/2024

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Riquelme y el efecto Boca-River

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El Xeneize cambió su aura con Román en el club y lo trasladó a las definiciones con el máximo rival: le ganó dos competencias en el cierre y llega mejor a la semi. ¿Qué hizo el 10 para empezar a torcer la historia?

¿Qué hay detrás de esta nueva victoria en otro súper casi mano a mano? ¿Cómo se fue construyendo este otro Miguelazo para dejar segundo a River nuevamente? ¿Dónde se gestó esta especie de resurrección emocional, esta sensación de que ahora sí se puede? ¿De qué forma se fue revirtiendo esta racha que comenzó en el 2014 y que asomaba interminable, aun sabiendo que resta por definirse el capítulo más trascendente, el de la Copa, que también encuentra al Millo en desventaja? Como fuere, hay razones futbolísticas pero también de las otras, de las que son intangibles, pero no casuales. Boca, claramente, cambió su aura. Y modificó, en este tiempo, su manera de competir con su rival eterno. Y en eso, hay un hombre que pesa más de lo que parece. Y que juega, pese no ser parte habitual del 11 de Russo: Juan Román Riquelme.

Fue a partir de la llegada de JR al fútbol del club que Boca transformó su espiritualidad. Y desde ahí, entonces, se puede (y se debe) contar esta historia porque, vamos, es imposible no desconocer un punto clave: Román ya no mete goles, ya no la pisa, ya no la clava de tiro libre al ángulo, pero contagia desde su figura, desde su presencia, desde su espalda y su positividad en los superclásicos. Como jugador, su paternidad es innegable: en 28 partidos (oficiales y amistosos), ganó 14, empató ocho y perdió seis. El 59,52% de efectividad. Y eso, de alguna forma, se transmite. Porque así como apareció tras la cuarentena, para hablar uno por uno con los jugadores y decirles que confiaba en ellos en el regreso a la actividad, también previo a esta nueva definición mano a mano con River, Román hizo su parte.
Está claro que después está el trabajo del cuerpo técnico. Justamente en el que Riquelme confió para iniciar el camino de la recuperación deportiva y en el que muchos, al comienzo, no confiaban. Russo, más allá de haber salido campeón de América, a los 64 años debía reivindicar sus logros y también a los técnicos de su generación. Y Miguel actuó en consecuencia: le trajo paz al club y al plantel y, entre esa paz, a partir de su experiencia, su aplomo, sus declaraciones medidas y sus aciertos tácticos, laburó en la mochila River, que empezó a perder peso con la conquista de la Superliga, que confirmó esa tendencia en el 2-2 en la Bombonera que dejó a Boca mejor parado para la última fecha (por haber llegado al empate a poco del final, por el gol de ventaja y “porque antes estos partidos se perdían”, como dijo Tevez) y por otro cabeza a cabeza que dejó al Xeneize en la final y privó por segunda vez al Muñeco de lograr lo poco que le falta ganar: un torneo local.

En efecto, si Gallardo siempre pensó en Boca como un campeonato aparte y se convirtió en una pesadilla en estos últimos años, Román a su modo también lo hizo. De entrada, fue contrarrestando esa figura tan fuerte en River. Y más allá de lo que significa Russo como DT, el Xeneize le opuso al Muñeco al máximo ídolo de su historia. Y desde ahí, empezó a equilibrar la balanza. Ya no era Alfaro o el propio Burdisso, con su chapa de multicampeón a cuestas, sino que ahora es el top top de la historia del club. Y no se puede soslayar que eso le sacó peso a la mochila de algunos futbolistas. “No te olvides de que hay varios jugadores que hace tiempo que vienen dependiendo de lo que pasa o les pasa con River y hoy ya sienten que pueden, que están en la misma situación o mejor, como en la Copa”, contaron en el club.

Es cierto, River también se fue desgastando por el éxodo de varias figuras y la falta de reemplazantes de la misma jerarquía, lo cual afectó al funcionamiento general. Pero eso fue de la mano con el crecimiento de Boca, a partir de otra estructura deportiva. Y si bien al Xeneize le sigue faltando ganarle en un mano a mano, cuando hubo que definir quién daba la vuelta o quién pasaba a la final, no falló. No le pesó el pasado, se impuso anímica y también futbolísticamente. De ahí que Tevez, el capitán, el que también empezó a ganar su batalla personal ante el Millo (ver aparte) haya hablado que, en el caso de una final de Copa, “los dos somos favoritos por igual a ganarla”.
Por lo pronto, Boca llega a la semi de vuelta ante Santos con más chances de estar en el Maracaná que el Millo, otra señal del momento de ambos, y de cómo ha girado la rueda. El Xeneize se llevó el 2020 contra River y volvió a amargarlo en el arranque del 2021. Ahora, la Copa, el sueño de la Séptima, la madre de todas las batallas, definirá el último capítulo. Pero el equipo de Miguel viene con onda verde. Y con efecto JR positivo…

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