Una pregunta que cada vez se escucha más en la City: ¿el BCRA está usando dólares de los ahorristas?
8 minutos de lecturaEl mercado financiero es uno de los sectores más sensibles de la economía. Es que, en definitiva, cuando lo que está en juego es el dinero, se acaban todas las palabras, y también las gentilezas. Quedó demostrado en el 2001, cuando la Argentina atravesaba una crisis de proporciones, pero el gobierno se sostenía hasta el día en que a Domingo Cavallo se le ocurrió el corralito. El final de la historia es conocido, y aún representa un recuerdo doloroso para millones de argentinos.
Por eso los banqueros en general, y los argentinos en particular, guardan bajo siete llaves análisis y comentarios que suelen ocupar reuniones de cúpula para tratar datos claves -los que en verdad importan- de la marcha del negocio.
En esos encuentros VIP, por ejemplo, se discute sobre la «altísima» tasa de interés que el Banco Central los obliga a otorgar a sus depositantes (118% nominal, 210% efectiva), la «imposibilidad de otorgar créditos» a mediano o largo plazo porque la mayoría de los plazos fijos están calzados a apenas 30 días y, desde las PASO a esta parte, el grado de posibilidad de que gane Javier Milei y si, aún en ese caso, el libertario podría intentar la «aventura de una dolarización».
A la banca le fue bien en los ’90, durante los años de la convertibilidad y el uno a uno, porque justamente pudo explotar uno de sus principales negocios, brindar préstamos, sean personales, prendarios o hipotecarios, que en esa década fueron muchos.
Pero en estos años de furioso cepo cambiario, el sistema financiero se refugia en las comisiones y servicios. Prestar dejó de ser negocio, o no hay con qué hacerlo. Conviene más participar en las licitaciones de deuda del Tesoro. En la última se llegaron a pagar tasas del 170% anual. «Casi la totalidad del financiamiento neto correspondió al sector privado, con una amplia base de inversores por sector», destacó el Palacio de Hacienda. Y sí, con ese nivel de tasas, el negocio es jugoso, en medio de un escenario financiero donde los instrumentos están cada vez más ajustados por el regulador.
Entre los servicios que brindan los bancos, uno de los que más creció en estos años es el de las cajas de seguridad, que están casi colmadas, lo que ha hecho florecer la aparición de empresas que brindan ese servicio en un canal paralelo al de los bancos. Fuentes del sector calculan que hay un mercado total de 800.000 cajas en bancos y más de 50.000 en empresas de resguardo de valores.
Los ahorristas temen sobre lo que puede pasar con sus dólares en el corto plazo
El balance del Banco Central, en la mira
Un tema de conversación en las tertulias financieras de los últimos meses ha ido ganando espacio en las agendas de los «lobos de Wall Street» vernáculos: la preocupación por el balance del Banco Central, que se ha ido deteriorando en forma estrepitosa y más específicamente, el debilitado frente vinculado con las exiguas reservas de la autoridad monetaria.
La pregunta que viene sobrevolando algunas sobremesas en la city es si, para su operatoria diaria, el BCRA podría estar echando mano, o si en algún momento lo ha hecho, de los encajes bancarios, plata de los ahorristas que los bancos no pueden prestar y están obligados a dejar inmovilizada en una cuenta corriente que tienen abierta en el Banco Central. Esa información es un «secreto de Estado».
La duda surge a partir de un simple pero demoledor dato, ya divulgado por la mayoría de las consultoras: las reservas del BCRA son negativas, en niveles que van desde los u$s5.000 millones a los u$s10.000 millones según la campana que se escuche. Si se tiene en cuenta que parte de las reservas computadas por el Central están denominadas en yuanes (gracias al generoso -¿o no tanto?- préstamo otorgado por China), o en DEG (los derechos especiales del giro del FMI), oro y dólares, euros y yenes, no parece extraño que muchos se pregunten de dónde está sacando el BCRA las divisas que utiliza para intervenir en la plaza cambiaria o habilitar pago de importaciones a cuenta gotas.
Es un tema sobre el que los voceros de la autoridad monetaria no hablan, pero que es legítimo plantear si uno se pone del lado de ahorristas, que han sido defraudados más de una vez en la convulsionada historia económica de la Argentina.
Sequía de reservas: ¿hubo mala praxis del BCRA?
Quienes fatigan los pasillos del Senado de la Nación aseguran que la vicepresidenta Cristina Kirchner tiene a Miguel Pesce en la lista de «funcionarios que no funcionan». Asegura que, por culpa de él, y del exministro Martín Guzmán, se le «regalaron reservas a los amigos» para que pudiesen importar a manos llenas, aprovechando el pernicioso cepo cambiario que agobia a la economía. Es el mismo cepo que ella instauró en 2011, apenas unas semanas después de ganar la reelección. Mauricio Macri lo levantó tras asumir en 2015 y, sobre el final de su mandato, debió reponerlo. Alberto Fernández lo llevó a la estratósfera: ahora se trata de un «súper cepo», cargas tributarias mediante.
Desde la óptica de algunos técnicos kirchneristas, el Central cometió un error de administración de los siempre lánguidos recursos de un Banco Central utilizado como billetera interminable del gasto de la política. Ese déficit, sumado al hecho de que la agroindustria no pudo liquidar unos u$s 20.000 millones este año como consecuencia de la sequía, explican esta coyuntura de casi mendicidad en la que está envuelto el país.
La vicepresidenta Cristina Kirchner tiene a Miguel Pesce en la lista de «funcionarios que no funcionan»
Tal vez por eso los principales candidatos de la oposición -Milei y Patricia Bullrich- proponen como primera medida garantizar la independencia del BCRA y frenar la emisión monetaria. En el caso del libertario promete luego «dinamitarlo», figuradamente, pero eso es motivo de polémica, y de otro análisis.
Las reservas brutas del Banco Central cerraron este miércoles en los u$s27.424 millones. El año arrancó con u$s44.588 millones. Es decir, en ocho meses y monedas, se perdieron u$s22.836 millones -más de la mitad de lo que había-, a pesar de que el FMI aportó u$s7.500 millones, y de un dato clave que grafica aún más la crisis: desde el 24 de julio último, ingresaron a las arcas del BCRA u$s2.700 millones por las distintas modalidades del dólar soja. Los números son descomunales.
Según un balance semanal del Central, el 70% de las reservas son divisas (es decir, monedas de otros países); el 15% colocaciones realizables en divisas (inversiones en el exterior con monedas extranjeras); el 14,3%, existencias de oro; y el restante 0,7%, proviene de convenios multilaterales de crédito.
A propósito del oro, esto fue motivo de polémica, otra más en la Argentina. A principios de agosto, en vísperas de realizar un pago al FMI, el Banco Central puso el oro en garantía para conseguir los dólares en caso de que el dinero que finalmente aportaron el CAF-Banco de Desarrollo y Qatar, no llegara a tiempo. Finalmente la plata llegó, esa garantía no fue ejecutada y el oro regresó a la contabilidad del Central.
Pero esos días se vivieron momentos de nerviosismo en el sistema financiero. El dólar blue estaba en $577. Ahora está en $735. El nerviosismo parece que continúa a un mes de las elecciones. El episodio refleja el grado de sensibilidad que recorre al sistema financiero argentino.
Pese a este cuadro de situación, las principales variables del sistema se movieron con relativa estabilidad en el mes la previo a las PASO: tanto los depósitos como los préstamos al sector privado mantuvieron variaciones positivas aunque en el caso del crédito, si bien avanzó apenas 0,4% mensual, mantuvo la caída que evidenció durante todo el año en términos interanuales, con una contracción del 8,5% medida en términos reales, según el Informe de Bancos publicado este miércoles por el BCRA, correspondiente a julio.
De cada tres pesos que emite el Banco Central, dos terminan siendo rescatados por la entidad vía letras y Leliq
La emisión para pagar intereses
El balance semanal del BCRA registra tenencias en oro por u$s 3.850 millones; encajes en dólares por depósitos privados en bancos por u$s 11.180 millones; swaps de monedas (pesos y yuanes) con el Banco de China por el equivalente de u$s17.700 millones -aunque gran parte fueron usados para pagos de compromisos comerciales- y otras tenencias. Los últimos datos disponibles muestran que los dólares del sector privado depositados en el sistema financiero llegan a los u$s 15.440 millones. El nivel es similar al de un año atrás.
Pero sobre esos encajes de depósitos privados en las reservas y qué utilización se les pueda estar dando están puestas muchas miradas de quienes siguen al centavo el comportamiento de las principales variables financieras. El secretismo a veces es enemigo de la tranquilidad financiera. El Banco Central podrá defender como estratégico el recurso de no salir a explicar qué está ocurriendo con el manejo de las reservas. Pero en un momento de alta tensión política, la pregunta es si no haría falta alguna señal desde la autoridad monetaria que disipe ciertas inquietudes que circulan en la city.
De cada tres pesos que emite el Banco Central, dos terminan siendo rescatados por la entidad vía letras y Leliq. Paga hoy 209% anual. Se retroalimenta de manera exponencial: hay ya 20 billones de pesos en Leliq-Pases, y sólo para atender intereses se emiten 2 billones al mes. Pero lo que se debe tener muy en cuesta es que esos billones tienen dueño: son los clientes que les llevan los depósitos a los bancos.
Para el economista Salvador Vitelli, esos pasivos remunerados representan un «desafío» a futuro. «Muchos dicen que se podría resolver con un shock de confianza y aumento de crédito privado, pero otros hablan de una gran licuación de esos pasivos vía una gran devaluación o híper, porque ajustan a tasa nominal», advirtió.
Para el economista Iván Ordoñez, del CEMA, «solucionar eso, sin devaluación ni inflación, no es fácil». «La diferencia está en que en un plan Bonex se elige como principal damnificado del problema a una persona puntual, que son los depositantes. Pero con la inflación se elige un proceso que daña al conjunto de la sociedad. Ambas salidas son malas», advierte.
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